¿Cómo escribir de futbol en tiempos de guerra?
¿De qué otra forma podemos referirnos a estos aciagos tiempos que se padecen, sin entender por qué ni desde cuándo se nos vinieron encima?
¿Cómo consolar a tanta gente inconsolable, y explicar o comprender lo incomprensible e inexplicable?
¿Qué debemos hacer como ciudadanos cuando entre la mayoría de nuestros gobernantes lo que vemos es incapacidad, ineficiencia, deshonestidad, desidia, improvisación o falta de compromiso y de pantalones?
¿Qué puede y debe hacer la gente de futbol para colaborar en la regeneración del descompuesto tejido social?
¿Qué hace el futbol mismo, como válvula de escape, como factor de entretenimiento, como mecanismo de desahogo, como remanso de calma y de paz en un ambiente turbulento y de guerra?
¿Qué hacemos nosotros?
¿Vestirnos de blanco para juntos gritar que «somos más los que queremos paz»?
¿Marchamos para no marchar?
¿A poco no es normal que en estos momentos tengamos más preguntas que respuestas?
¿Qué importancia tiene decir que los Rayados reciben hoy al Santos-Laguna con toda la intención de obtener un triunfo después de ligar dos derrotas?
¿Cuán importante puede ser que los Tigres mantengan o no su condición de invictos al visitar esta noche al Atlas?
¿Qué nos importa quiénes y cómo jueguen en esta séptima jornada, si con nosotros está jugando a placer la delincuencia mientras muchos de nuestros gobernantes no saben ni a qué jugar?
¿Qué hemos dejado de hacer como sociedad para que otros le hagan a ella tanto daño?
¿Qué solapamos, qué propiciamos, qué promovimos, de qué fuimos cómplices con nuestra pasividad o nuestro silencio?
¿A qué estamos jugando?